Homeopatía: Bueno doctor, pero a mí me funciona

¿Qué más da como actúe la homeopatía? El caso es que mucha gente se encuentra satisfecha con este tipo de tratamiento, porque a ellos les funciona, pero, ¿es eso cierto? ¿Les funciona realmente?

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Para analizar esto debemos conocer un poco sobre algunos de los factores que influyen en la curación o mejoría de una enfermedad:

  • La eficacia del tratamiento
  • La resolución espontánea
  • El efecto placebo.

Empecemos hablando de la eficacia del tratamiento:

Los fármacos empleados en la medicina científica han tenido que superar previamente una serie de pruebas para demostrar que realmente hacen lo que dicen hacer, una evaluación que se conoce con el nombre de ensayo clínico.

En ellos, el fármaco es administrado a un gran número de personas y los resultados son analizados para asegurar que el efecto se debe a la acción del medicamento y no al azar ni al efecto placebo.

Ningún producto homeopático ha conseguido hasta la fecha superar una evaluación de estas características y, por lo tanto, ninguno ha demostrado una eficacia superior a la del efecto placebo.

La prestigiosa revista médica The Lancet publicó en 2005 un artículo que deja claro el nulo valor médico de la homeopatía, con la inequívoca conclusión de que los efectos clínicos de la homeopatía se debían únicamente al efecto placebo.

Pero, ¿qué es el efecto placebo?

Cualquier sustancia, incluso aquella sin acción terapéutica, es capaz de producir un efecto curativo si el sujeto que la ingiere lo hace convencido de que posee propiedades beneficiosas para su organismo.

Esto es algo demostrado y conocido desde hace tiempo, si bien hasta el día de hoy no se conocen bien las razones por las que esto ocurre.

Entonces, ¿cómo sabemos que el efecto de un fármaco se debe al fármaco en sí y no al efecto placebo?

Gracias a los ensayos clínicos y al análisis estadístico de los resultados.

En ellos se realiza el denominado “enmascaramiento”, que consiste en dividir a los sujetos del estudio en dos grupos, uno de ellos recibe el fármaco, y el otro un placebo (una sustancia sin ninguna acción que en la mayoría de los casos no es más que azúcar).

Obviamente, los pacientes no saben si están recibiendo el fármaco o el placebo, de lo contrario este efecto desaparecería. Si el grupo que recibe el fármaco real mejora más que el grupo placebo, podemos asegurar que ese beneficio adicional se debe a su acción terapéutica.

De lo contrario, aunque exista mejoría, no podemos asegurar que ese tratamiento sea más eficaz que lo atribuible al efecto placebo.

Vuelvo a repetir que que ningún producto homeopático ha conseguido hasta la fecha demostrar una eficacia superior a la del efecto placebo.

La homeopatía utiliza y maximiza este efecto. Llevan 200 años perfeccionando el arte del placebo.

Y por último, ¿qué es eso de la resolución espontánea?

Debemos tener claro que muchas enfermedades se curan solas independientemente de lo que hagamos y, por lo tanto, la mera mejoría o curación no es sinónimo de eficacia del tratamiento.

Has mejorado o te has curado porque así tenía que ser, y atribuírselo al tratamiento es completamente erróneo. No cabe duda que la homeopatía sabe sacar partido de esta falacia. Seguro que habréis escuchado la expresión “la gripe dura 7 días con tratamiento, y sin tratamiento una semana”. Pues eso.

Vale, de acuerdo, has mejorado, después de tu maravilloso tratamiento homeopático te encuentras mejor, pero después de lo que hemos comentado, ¿puedes asegurar que sea porque el tratamiento realmente funcione? Yo diría que no.

Pues para no funcionar, la verdad es que la homeopatía tiene bastante tirón, ¿no?

Para entender este fenómeno debemos ser conscientes de que la medicina científica dista mucho de ser perfecta, y tiene grandes carencias que la gente busca compensar con las medicinas alternativas.

Consultas saturadas por una presión asistencial creciente en las que los médicos tan solo disponen de 5 minutos para dedicar a cada paciente, convirtiéndose en meros prescriptores de medicamentos encaminados a paliar síntomas aislados sin tener tiempo para indagar en el origen del problema.

Muchas veces, las palabras sanan más que las pastillas y una parte importante de los pacientes tan solo necesitan sentirse escuchados y acompañados por el profesional en el que depositan su confianza. Quizá basta una mirada cómplice, un apretón de manos o una media sonrisa para ayudar a paliar el pesar del día a día de usuarios con enfermedades crónicas, en el que los tratamientos actuales fracasan por las propias limitaciones de una ciencia que lamentablemente no tiene respuestas ni soluciones para todo.

Y no cabe duda que la homeopatía, así como otras medicinas pseudocientíficas, han sabido ingeniárselas a la perfección para ocupar este espacio donde el sistema actual de la medicina científica fracasa estrepitosamente día tras día.

La homeopatía nos promete,  con el semblante de un amigo dispuesto a escucharnos, un alivio para nuestros males con terapias libres de efectos adversos, con un tiempo mucho mayor de dedicación individualizada que proporciona una mayor sensación de atención e interés hacia el usuario que muchas veces llega a ésta con la frustración de sentirse desahuciado por el sistema de salud actual.

Es un hecho que la medicina afronta mal los cuadros con gran componente psicosomático, cuadros mal definidos como la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica, colon irritable, lumbalgias inespecíficas y una larga lista de problemas que, si bien no entrañan una “gravedad vital” en sentido estricto, condenan a los afectados a una gran merma de su calidad de vida y a una constante sensación de incomprensión por parte de una medicina quizá demasiado enfocada en los aspectos puramente orgánicos del padecer humano.

La homeopatía, en cambio, se vuelca mucho más en los aspectos psicológicos y sociológicos de estos cuadros, maximizando el efecto placebo en cada una de sus intervenciones y haciendo especial hincapié en las posibilidades de curarse, estableciendo una estrecha relación homeópata-usuario, frente a una medicina científica llena de estadísticas y lenguajes incomprensibles para el profano que muchas veces incrementan el temor a un pronóstico infausto.

En este aspecto, hay mucho que aprender de ella. Así, la agradable y segura homeopatía se convierte en aliada de un gran número de personas que no dudan en recomendarla a sus allegados. No hay mejor publicidad que la del boca a boca.

Que la medicina actual sea muy mejorable en muchos aspectos no convierte a la homeopatía en algo más que un engaño disfrazado de parafernalia y buenas palabras.

Autor:

Ginés Elvira Ruiz. MIR Cardiologia Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca.

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